martes, 22 de octubre de 2013

CINE Y JAZZ, de Carlos Aguilar


LA ESENCIA DEL JAZZ EN IMÁGENES 

A finales de 2012, e invitado por Carlos Aguilar, tuve la ocasión de integrarme en este estimulante proyecto que, desde hacía algunos años, desarrollaba el escritor madrileño a partir de su encendido entusiasmo por el jazz. La propuesta de Carlos consistía en apoyar, mediante la aportación de material iconográfico procedente en buena parte de mi archivo, la parte visual del que ya se perfilaba como un libro monumental. Tuve ocasión, entonces, de acceder al manuscrito original y disfrutar de esas últimas fases de creación en las que el autor añade, revisa, corrige y da forma final al texto; una experiencia más que interesante, pues me permitía observar de cerca las metodologías de trabajo y creación no sólo del amigo, sino del experto cuya obra admiro y sigo desde mucho antes de conocernos hace ya veinte años.
La lectura de aquel original, necesaria para guiarme en la búsqueda de las imágenes precisas para ilustrarlo, atrapó mi atención desde el primer instante. La obra encarnaba un anhelo especial de su autor, traer a primer plano sus dos principales pasiones: el Cine y el Jazz, su interacción en la pantalla, la fusión de dos de las más grandes, si no las mayores, manifestaciones artístico-culturales, a nivel mundial, del último siglo.


Cuando, meses después, he podido disfrutar al fin de la obra terminada, exquisitamente editada en tapa dura para su serie mayor por Cátedra, mi interés inicial se ha multiplicado al constatar que tengo en mis manos un libro importante, valioso, por cuanto supone la primera obra consagrada en nuestro país al hipnótico binomio Cine/Jazz; organizada además por Aguilar como un diccionario que sistemáticamente recoge mediante múltiples entradas (571, nada menos) una suculenta variedad de películas, documentales y cineastas que en mayor o menor medida han reflejado en sus fotogramas, muchas veces de manera concluyente, la influencia de esta popular modalidad musical, a un nivel incluso más profundo que el meramente ilustrativo o diegético. De igual modo, el libro incorpora los cantantes, compositores e instrumentistas capitales del Jazz, cuya conexión con el Séptimo Arte les ha convertido en leyendas de ambas disciplinas: desde Chet Baker a Jerry González, pasando por Louis Armstrong, Dizzy Gillespie, Ella Fitzgerald, Fats Waller, Cab Calloway, Gene Krupa, Benny Goodman, Duke Ellington, Eartha Kitt, Glenn Miller, Count Basie, Benny Carter, Miles Davis, Billie Holiday, Sonny Rollins...
Sus páginas también convocan a compositores específicamente cinematográficos del calibre de Quincy Jones, Lalo Schifrin, Armando Trovaioli, Don Ellis, Piero Umiliani, Irving Berlin, Cole Porter, Giorgio Gaslini, Dave Grusin, Henry Mancini, Riz Ortolani, John Williams...; cineastas como Pupi Avati, Clint Eastwood, Woody Allen, Jesús Franco (los cuatro, a su vez, reconocidos Jazzmen), John Cassavetes, Louis Malle, Alain Corneau, Umetsugu Inoue, Spike Lee...; o músicos e intérpretes españoles del nivel de Juan Carlos Calderón, el saxofonista Pedro Iturralde, el armonicista Antonio Serrano, Fernando García Morcillo, José Solá...


Naturalmente, las películas reseñadas constituyen, así mismo, un repaso a la historia de esta alucinante y ecléctica mixtura cinemático-musical: surgen, así, títulos inolvidables como Aleluya (1929), El abrazo de la muerte (1949), Anatomía de un asesinato (1959), Con faldas y a lo loco ((1959), Un día volveré (1961), West Side Story (1961), A sangre fría (1967), Bullitt (1968), Danzad, danzad, malditos (1969), Escalofrío en la noche (1971), La conversación (1974), Alrededor de la medianoche (1986), Bird (1988), Los fabulosos Baker Boys (1989), La leyenda del pianista en el océano (1999), Calle 54 (2000)... Selección continuada mediante una pléyade de films enmarcados en toda suerte de géneros (thriller, melodrama, biopic, bélico, musical...) y nacionalidades (EE.UU., Francia, Italia, Reino Unido, Japón, Checoslovaquia, España...). Y añadamos a esta impresionante antología, una importante cantidad de discos, bien puramente jazzísticos o de bandas sonoras de películas.
El recorrido es, pues, apabullante, pero a la vez claro y atractivo por su propia disposición alfabética; así pues, cada entrada proporciona nuevas sinergias y referencias que el lector se ve impelido a localizar y degustar, en un puzle gozosamente heterogéneo que con cada nueva pieza completa y amplía nuestra visión de conjunto. El inconfundible estilo de Aguilar, capaz de aunar un vibrante ritmo narrativo con reflexiones de índole personal y un extraordinario rigor en la exposición y desarrollo del hecho cinematográfico/musical, proporciona una fantástica herramienta de consulta que a la par se disfruta como obra literaria. Insólito (y placentero) paradigma que distingue desde sus inicios la obra del autor, como bien saben quienes hayan frecuentado alguno de los más de setenta libros sobre cine que conforman su copiosa bibliografía, incluidas cuatro novelas y diversos relatos.


SEDUCIDOS POR EL JAZZ, ENAMORADOS DEL CINE

Mientras que respecto al Cine parece existir consenso en cuanto a sus orígenes, los del Jazz, su definición, continúan, como reconoce el propio Aguilar, sin precisarse hoy con exactitud; lo que es indudable es el mestizaje cultural que ha propiciado el surgimiento de tan peculiar estilo musical y que expertos de todo el mundo, incluidos los propios músicos, intentan acotar o definir en un caleidoscopio de pareceres que van de lo puramente sensorial a lo rigurosamente etnológico. El especialista alemán Joachim-Ernst Berendt, escritor, crítico musical y productor discográfico entregado a la modalidad, afirma en su libro El Jazz: de Nueva Orleans al Jazz Rock (Fondo de Cultura Económica, México, 1986): «Es una forma de arte musical que se originó en los Estados Unidos mediante la confrontación de los negros con la música europea. La instrumentación, melodía y armonía del jazz se derivan principalmente de la tradición musical de Occidente. El ritmo, el fraseo y la producción de sonido, y los elementos de armonía de blues se derivan de la música africana y del concepto musical de los afroamericanos». En cualquier caso, la variedad de matices dentro del propio Jazz ha generado una multiplicidad de estilos que van desde el Blues hasta el Jazz flamenco, recorriendo hitos como el Ragtime, el Swing, el Bebop, el Cool Jazz, el Hard bop, el Soul Jazz, el Funky, el Jazz Rock, el Jazz latino y afrocubano... cada cual con sus particulares representantes y ritmos, todos ellos reflejados antes o después en innumerables trabajos cinematográficos.


Por supuesto, el propio Carlos, en un magnífico capítulo introductorio, expone los singulares inicios de su relación con el tándem Cine/Jazz: «El motivo último del vínculo estético que lo preside estriba en reconocer que mi pasión por el jazz surgió gracias a mi innata cinefilia, fue desarrollándose en temprana edad a partir del aprecio y disfrute de la música de películas que me marcaron entonces. Entre ellas, recuerdo sobre todo, por lo determinantes que fueron, Pánico en las calles (Elia Kazan, 1950) y ¡Mafia, yo te saludo! (Raoul J. Levy, 1965), que vi en sendos cines de barrio a finales de los 60, así como Sed de mal (Orson Welles, 1958) y Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1957), que visioné por primera vez mediante programaciones televisivas, a principios de los 70. Del mismo modo, Eartha Kitt cantando "Mississippi Blues" en La cabaña del tío Tom (Géza von Radváyi, 1965) me petrificó con intensidad turbadora».


Pues bien: estas íntimas inquietudes las transmite a la perfección el escritor, con delicadeza en el acercamiento al fenómeno y contundencia en su despliegue erudito, conformando un volumen fascinante que trasciende la mera enumeración de hechos clave y dota de veracidad histórica, espesor dramático y magnetismo artístico las capacidades reflexivas, evocadoras, divulgativas y literarias de Cine y Jazz. Además, reforzado merced a una espectacular batería de 526 imágenes, en color y blanco & negro (como reza el texto de contraportada: "fotos y carteles de películas, instantáneas de actuaciones, retratos de músicos y cineastas, portadas de discos, fachadas de clubs y salas, etc.") y un utilísimo índice onomástico.
Tan ambicioso proyecto, en su categórico resultado último, transmite una especial cualidad rítmica, un swing personalísimo que aúna expresividad y estética, una rueda de acordes cuya progresión armoniza los diferentes elementos que componen este espléndido libro, de forma similar a como el propio autor relaciona las disciplinas musical y cinematográfica: «En cualquier película dispuesta a integrar el jazz por sistema debe obtenerse una simbiosis hermosa, coherente y operativa entre dicha música [...] y el entramado narrativo-visual propio del lenguaje fílmico. Empresa nada fácil, ciertamente, desde ningún punto de vista. De ahí que implique una suerte de estimulante desafío artístico, que, en caso de coronarse, genera una belleza expresiva muy particular, tan penetrante como un buen solo de trompeta».


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias e igualmente, Milord Teum. Sugerencia navideña: buenas fechas estas para regalarse "Cine y Jazz" o regalarlo a algún amigo o familiar.

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